martes, 23 de junio de 2009

De las groserías y la política

Las groserías o malas palabras son una forma de expresión que muchas veces se utilizan para denotar alegría, enojo, dolor, rabia o simplemente como la mejor manera de insultar a otra persona. Estas palabrotas han estado presentes en nuestro idioma durante muchísimos años, tal vez desde el mismo instante en que el hombre comenzó a hablar. Algunas groserías han sobrevivido en el tiempo, otras simplemente pasaron a la lista de palabras en desuso o fueron sustituidas por otras más convenientes en un momento determinado. También existen, por supuesto, aquellas que surgen día a día de la iniciativa de cualquier colectivo con imaginación.Durante la Colonia eran muy frecuentes los insultos como puta, hijo de puta, canalla, vil ladrón, pícaro, bribón, hombre de mala fe, pillo, embrollón, alcahueta, embustero, indecente, negro y ladrón. Como vemos algunas continúan utilizándose y otras pueden sonar algo ridículas en nuestra época, aunque en su momento fueron sumamente graves y ofensivas, y eran severamente penalizadas por las instituciones encargadas de administrar justicia.
Luego de iniciada la guerra de independencia, surgieron nuevas formas de insultar al otro. Así, patriotas y republicanos encontraron una vía para reconocerse en medio del conflicto: insurgente, patriota insurgente, insurgentes ladrones, traidor y republicanos. En algunos casos agradecieron a la maldita política cuando necesitaban aclarar que podían actuar de peor manera. Creo que en esto tampoco hemos cambiado mucho.Luego de leer varios expedientes sobre injurias y leer los distintos insultos me llamó la atención un caso ocurrido en Caracas en 1819 donde doña María del Carmen Trujillo es acusada de insultar injuriosamente al Señor Alcalde Ordinario de Segunda Elección don Santiago de Vegas y Mendoza:“…el día veinte y ocho del corriente como a las diez de la mañana pasó a la casa de habitación de doña María del Carmen Trujillo y habiéndola encontrado le manifestó la orden que llevaba del señor Alcalde de Segunda Elección en lo que se prevenía recaudar el cobro en la parte que le correspondía por el empedrado que se construyó a beneficio del público en virtud de comisión que se le concedió por el Tribunal y le contestó que ella no debía pagar cosa alguna, que el señor Alcalde la quería gravarla en esa pensión y que porque no mandaba empedrar las demás calles que estaban descompuestas y volviéndole el que expone a requerirla diciéndole que si esta era la contesta que le daba al señor Alcalde dijo: Que no contestaba otra cosa y que se cagaba en dicho Alcalde y en el que expone y que vuéltola a reconvenir diciéndole que no insultase a ninguna autoridad a lo que contestó que tan canalla era el que declaraba como el señor Alcalde, pasando su atrevimiento a darle un par de pechadas y echarme de la casa insultándome fuertemente y que le vuelto a requerir de nuevo a la referida Trujillo que informaría de todo lo ocurrido al señor Alcalde su atrevimiento y a tiempo que el declarante se venía lo llamó y le dijo: Que le dijese al Alcalde que ella estaba agarrada de unos cojones que pesaban más que los de él.Este documento me recordó el papel del Estado y de los ciudadanos en la actualidad. Por una parte los entes gubernamentales empeñados en arreglar algunas obras que en realidad se encuentran en buen estado y que merecerían ser mejoradas si estuviésemos en un país de ensueños y no tuviésemos otros problemas, que por cierto generalmente llevan el adjetivo de graves. Pero nuestra realidad nos obliga a sospechar de las buenas intenciones de nuestros gobernantes y por supuesto de sus grandes amigos los contratistas. Demás está recordar que en muchas ocasiones circulan grandes cantidades de dinero en algunas obrillas que nunca se ejecutan o que por el contrario se ejecutan en varias oportunidades.Por otro lado se encuentran los ciudadanos, pasivos ante tanta desidia, corrupción y descaro. Hundidos entre el miedo, la indiferencia, la decepción y la cabronería. Algunos recibiendo su tajada y otros fieles creyentes de los medios de comunicación y sus candidatos. Entre estos grupos por cierto, sobrevive una clase que se encuentra en grave peligro de extinción, son los hombres honestos, trabajadores, pensantes, los hombres a los que, tanto la oposición como el gobierno, quieren acabar, porque no son compatibles con su juego de poder, con su mediocridad. Son estos hombres los que quizá tengan, como doña María del Carmen, los cojones y la capacidad para mandarlos a la mierda por ser tan hijos de puta